Desde que tengo memoria mi familia siempre planeaba viajes hacia los Andes venezolanos. Tomando en cuenta que nuestras vidas tenían lugar en la zona centro costera de Venezuela, ir a los Andes, era “una travesía”. Era ese momento del año en el abríamos el closet y desempolvábamos las chaquetas, los gorritos y los guantes para el frío que ya no estaban de moda, eran los mismos de hace años y que seguían siendo de utilidad para el viaje familiar.
Un frío que en lo cotidiano no lo sentíamos, era ausente por vivir en el trópico eterno, lluvia y sequía, así son nuestros años allá.
Siempre teníamos el deseo de que alguna vez nevara mientras recorríamos sus montañas. Deseo que nunca se cumplió por que es más dificil que ganarse la lotería, y yo en lo personal, con los juegos de azar nunca he tenido suerte.
Casi siempre íbamos en Enero. Esos días libres que se tomaba mi madre para no trabajar, para darle receso a la madre soltera que siempre tiene la premisa “si no trabajo no comemos”, una verdad que se le hacía fácil soltar con tan solo imaginar el viaje anual en familia a los Andes.
Había cosas que no podían faltar. Comida ya preparada por mi tríada favorita (abuela, tía y madre), la charrasca de mi tío en el baúl del auto junto con sus cds de rancheras mexicanas y raspa canilla andina, las pastillas para el mareo de mi tía y las bolsas de caramelos para regalarle a les niñes del páramo en víspera de reyes, que con sus cachetitos rojos esperaban a ambos lados de la ruta de doble vía, montañosa, empinada, con una soga que cruzaba el asfalto y que levantaban para obligar a los autos detenerse y era en ese momento donde mis primos o alguno de nosotres sacaba su cabeza por la ventanilla del auto y lanzaba caramelos. Les niñes corrían, alegres buscando tesoros dulces en la tierra.
Mi tío era el amigo de todes. Cada vez que nos deteníamos en algún lugar, que eran muchas por cierto, las paradas que hacíamos, mi tío desaparecía como un mago que ya sabe su truco y buscaba conocer a alguien, algún campesino que le invitara entrar a su casa, conocer su jardin, su huerta o el pedazito de tierra donde cultiva ajo, papa, cebolla de verdeo o puerro. No sé cómo hacía pero siempre le regalaban cosas, capaz eso es algo común en los magos o en aquellos que siempre llevan una charrasca en la mano para acompañar la música.
Yo a mi abuelo nunca lo conocí, de hecho mi madre tampoco, murió cuando ella era una bebe, pero de lo poco que se sabe de él, es que era un Andino. Un campesino de algún lugar de los Andes que migró a la capital con el mismo sueño de cualquier campesino que migra a la ciudad; “tener una vida digna”.
No sé si alguna otra persona de mi familia se hizo las mismas preguntas que yo cuando visitábamos los Andes venezolanos.
¿Qué me atrae de este lugar?
¿Qué pasa que me siento entero cuando recorro sus montañas, sus ríos, sus lagunas?
¿Será que soy de acá?
y es allí donde llega la imagen de mi abuelo. sin rostro, solo una silueta que deviene en amor, tan puro como esos tesoros dulces en la tierra que evocan sonrisas con cachetitos rojos.
El viaje familiar anual trajo en mí, una necesidad de recorrer los Andes, por años me encargué de planificar viajes con amigues a lagunas y páramos que había conocido con la familia. La mochila de 80 litros que heredé de mi hermano siempre me acompañaba, ya con cierres rotos y tirantes vencidos era igual de fuerte para sostener el peso de un sueño de un adulto temprano que quería conocer ahora la cordillera más larga del mundo.
Luego de haber pasado más de una década desde que decidí con el miedo pegado en el pecho recorrer los Andes, ya perdí la cuenta de los viajes que he dedicado para recorrerla y aún así sigo estando seducido por lo que allí encuentro de mi.
Este newsletter se lo dedico a la Puna jujeña en Argentina. Un lugar que hace mes y medio me hizo reconectar con mis raíces, fue volver al origen, fue resignificar a mi abuelo, fue apropiarse del viaje familiar anual, fue tener la certeza que allí hay algo sublime que no tiene que ser entendido, solo tiene que ser.
Feliz año 2022 gente hermosa.
Que esta otra vuelta al Sol nos permita a cada une; conseguir tesoros dulces en la tierra.
con cariño
@sublimando
PD: Para el mes de Marzo estaré iniciando un nuevo grupo terapéutico con enfoque psicodramático del cual les estaré hablando en la próxima edición pero si les adelanto que acá les dejaré el link que los llevará a completar el formulario y puedan estar en la lista de espera y recibir un correo electrónico con toda la infomación.
Andes mágico, tierras hermosas, una fortuna recorrerlas!! Un abrazo, gracias por compartir, me remontó a mis viajes familiares.